Al entrar en oración, me asombro del espíritu ilimitado, la presencia infinita, en mí y a mi alrededor. Dios es la vitalidad en mi aliento, la belleza en el mundo natural, la fortaleza en mi determinación y la compasión en mis obras de servicio. Reconozco a Dios en la amplitud del universo y en mis sueños ilimitados. Fijo mi vista más allá de donde he visto antes, en la vasta realidad de la Presencia y el poder divinos. Gracias a la Presencia y el Poder divinos cuento con todo lo que necesito para lograr mi potencial. En la armonía y quietud de la oración, mi corazón late al ritmo de Dios. El pulso de vida infinita me mueve, me alimenta y me faculta para dar vida a mis metas.
Texto devocional: Y ésta es la confianza que tenemos en él: si pedimos algo según su voluntad, él nos oye.—1 Juan 5:14
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