Si tengo una aspiración o un sueño, decido contemplarlo en oración. En unidad con el Espíritu, discierno las mejores metas y creo un plan específico acerca de cómo alcanzarlas. Todo es posible con Dios cuando participo y hago mi parte para dar vida a las ideas divinas. Actúo con fe, sabiendo que las personas y circunstancias correctas vendrán a ayudarme a hacer realidad y llevar a cabo mis intenciones. Si pienso que no puedo hacerlo o tropiezo con dificultades, identifico el obstáculo, aprendo de mis errores y me vuelvo más efectivo con la experiencia. Al saber que mi vida refleja mi forma de pensar, sustento mi conciencia de Dios en oración. Me siento plenamente apoyado según voy en pos de mis sueños.
Texto devocional: Encomienda al Señor tus acciones, y tus pensamientos serán afirmados.—Proverbios 16:3
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