A medida que se dirigía a Jerusalén y a su crucifixión, Jesús enfrentó retos de quienes rechazaban sus enseñanzas. Hasta sus discípulos lo dejaron solo en los momentos de más necesidad. Jesús encontró fortaleza y consuelo en la conciencia de la presencia de Dios que siempre estaba con él. “No estoy solo, porque el Padre está conmigo”, dijo Jesús. Cuando enfrento retos, recuerdo que, como Jesús, nunca estoy solo. Yo soy una expresión viviente de Dios. Al orar, centro mis pensamientos y mis sentimientos en mi identidad divina. La presencia de Dios llena mi conciencia. Ninguna condición o circunstancia externa tiene poder sobre mí. Mi conciencia divina continúa expandiéndose a medida que regreso a mis actividades diarias.
Texto devocional:JER. 31.13
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