martes, 16 de abril de 2019

El poder restaurador de Dios abre el camino hacia el perdón.

Sé que el perdón me beneficia a mí primero y principalmente. Si una experiencia dolorosa parece imperdonable, recuerdo enfocar mi atención en la situación y no en la persona o personas involucradas.

El perdón comienza conmigo y soy yo quien se beneficia de él. Hoy, me miro al espejo y encuentro el regalo purificante del perdón —el cual es mío para compartirlo y recibirlo. Comprendo que aferrarme a heridas o resentimientos sólo me agobia y aminora mi gozo innato. Visualizo a los errores pasados en el fuego sagrado del Espíritu. Los veo purificados. Acepto mis bendiciones y las lecciones que aprendí. Perdono, suelto y dejo ir. Expreso mi ser verdadero y libre. El poder restaurador de Dios abre el camino hacia el perdón.


Texto devocional:
Moisés miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero no se consumía.—Éxodo 3:2


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