En la naturaleza, cuando la marea cambia, el fluir del océano vira su dirección y se mueve con nuevo ritmo. Ante cualquier turbulencia o tribulación, aquieto mis pensamientos. Siento que la marea interna de mi mente y mis emociones se convierte en una corriente armoniosa y beneficiosa. Dejo ir, y sé que mi vida sigue un plan divino. Descanso y confío en que este momento me está llevando hacia un mayor bien. Lo que pasó ha quedado atrás. Aprovecho el movimiento de este cambio de marea y fluyo con él. Mis movimientos —físicos, mentales y espirituales— son gratos, pacientes y centrados. Mi vida siempre va hacia adelante. En armonía con el Espíritu, yo soy guiado hacia donde necesito estar.
Texto devocional: ¡Vuélvanse a mí y yo me volveré a ustedes!, ha dicho el señor.—Malaquías 3:7
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