Existe un orden natural en el cual puedo confiar. La vida me ha enseñado que aunque el cambio es inevitable, no necesito preocuparme. Al permanecer presente a los cambios en mi vida y en el mundo, me mantengo receptivo al fluir del bien. La flexibilidad es mi fortaleza. Como un sauce en una tormenta de viento, permanezco anclado. Cuando me preocupo por un ser querido o por mí mismo, tomo un momento para estar en silencio. Al dejar ir los patrones limitantes o preocupaciones acerca del futuro, suelto la oposición y me vuelvo receptivo a la inspiración divina. Me alineo de nuevo para acoger las situaciones de la vida con gracia y facilidad. Gracias a un estado mental centrado, soy flexible y a la vez fuerte en momentos de cambio.
Texto devocional: Dios mío, ¡crea en mí un corazón limpio! ¡Renueva en mí un espíritu de rectitud!—Salmo 51:10
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