La paz mundial comienza en cada persona. Creo profundamente que mis pensamientos y oraciones marcan una pauta en el mundo. Me uno a otros en mi lugar de adoración, mi comunidad y a través del mundo a medida que promovemos la paz. Sentir paz da descanso a mi cuerpo y calma a mi corazón. Visualizo la paz como una realidad en la que puedo creer. Confío en que las ideas divinas fluyen y son reconocidas por todos —ya que todos podemos contribuir a la paz mundial. Si me preocupo, no estoy promoviendo la paz. Entonces determino imaginar las circunstancias más positivas que pueda concebir. Respiro profundamente y siento mi conexión con Dios y con todo lo creado. Con cuerpo, mente y espíritu, contribuyo a la paz mundial.
Texto devocional: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.—Mateo 5:9
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