A veces, puede parecer que tengo el peso del mundo sobre mis hombros. Cuando me sienta así, recuerdo que nunca estoy solo. Dios está conmigo y yo estoy en Dios. En vez de aferrarme a mis preocupaciones, afirmo orden divino y dejo ir. Permito que mi fe me ayude a superar los desafíos y doy pasos prácticos que me permitan confiar y dejar ir. Al respirar profundamente, inhalo posibilidades ilimitadas. Permito que un sentimiento de potencial infinito llene mi cuerpo, sabiendo que cada solución es mía en Dios. Aunque no pueda ver todas las respuestas ahora, ya existen. Siento esperanza y recibo consuelo. Descanso consciente de que con Dios todas las cosas son posibles. ¡Dejo ir en Dios!
Texto devocional: Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío, no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo.—Salmo 23:4
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