Ser pacífico no quiere decir que floto por encima de las perturbaciones o el caos. Significa que camino a través de los acontecimientos de mi vida con calma y sabiduría. Cuando centro mi atención y me alineo con la paz de mi alma, me doy cuenta de que mis experiencias no son una carga. Me conecto con la paz de mi alma al afirmar en silencio las palabras de Jesús ante la tormenta a su alrededor: “¡Silencio! ¡A callar!” Estas palabras hacen eco en mi mente y corazón según dirijo la atención a mi interior. Reclamo la paz interna y decreto paz a mi alrededor. Sé que todo está en orden divino y que todo trabaja para mi bien. Al elevarme a esta atalaya espiritual, vivo desde un lugar apacible y ayudo a establecer la armonía a mi alrededor.
Texto devocional:Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.—Romanos 8:6
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